lunes, 8 de junio de 2009

Era de mañana

No hay mucho que decir, tú sabes que mientras ande sentado como un tonto esperando ordenes del cielo, mi vida será tan compartida por el mundo entero como "el pan de dios" en la eucaristía.

Le hablé de ti a mi psicologo, me dijo que estaba a punto de enviarme a un psiquiatra porque es muy posible que necesite medicación. No lo tomé nada bien, me paré, me reí, le dije que era él quien estaba loco. Le mencioné que muchas de las cosas que le hablé, fueron sólo parodias de mi vida, historias que alguna vez leí en internet y que en otras oportunidades escribí. Me sentí un estúpido, no eres motivo de discordia, yo lo sé. Pero, probablemente me tendría alejar de ti.
Él mencionó que mi gusto por la bebida iría empeorando con el tiempo, que yo era un cínico amante de la vida fácil, de las drogas y de todo lo prohibido. Mirándome al terminar cada oración, leyó mis resultados. Dijo que mi vida acabaría pronto; era necesario que tome control de mis acciones. No te mencionaba, yo deseaba eso... quería que él diga tu nombre siquiera.
Me sentí impotente por un buen rato. Sentado mirando el piso pensé en largarme a algún bar, beber un rato y reir como un imbécil de lo que diga algún otro imbécil que esté borracho. Miraba los cuadros del salón de mi terapeuta, eran muchos. Había uno que me llamó la atención. Era una señora de espalda, caminando en el campo. El camino no tenía fin, el sol lo iluminaba. Era una tarde que el pintor quiso agregarle el compás del viento a los árboles. La señora con una canasta en mano caminaba mirando los frutos maduros que habían caído por la brisa. Pensaría acaso guardar algunos en su bolso y llevarlos a su casa? A pesar de ser una tarde soleada, el cuadro era triste, oscuro. La señora llevaba puesto unos zapatos cerrados, negros, con poco taco; una chompa verde de manga larga que no tenía relación con el ambiente y una falda negra que complementaba su autóctono vestir. El camino era largo, no tenía un horizonte conocido; el pasto de alrededor se veía reflejado en el cielo.
Acaso el cuado era la visión de mi vida, un camino desconocido, un ambiente triste, una apariencia fuera de lugar, un sendero con frutos maduros pero lleno de incertidumbre? No me lo pude responder.
Al rato mi psicologo me llamó por mi nombre, lo miré; vi mi rostro reflejado en sus lentes. Me dijo, ve hijo.. tienes mucho por hacer. Sonreí, abrí la puerta sin despedirme, salí y automáticamente mi celular salió del bolsillo derecho. Marqué tu número, sonó ocupado en el primer intento. Insistí, contestaste bastante fría.. lo comprendí, era de mañana. Sólo te dije adiós.