jueves, 16 de diciembre de 2010

Por Peter

"No era tarde aún, lo mío no era una desgracia, escuchar tanto "Yours is no disgrace" de Yes me hizo creerlo. Tenerla frente al espejo bailoteando como en los primeros meses, oír sus mentiras, dejar de lado sus  ofensas y creer en su mirada inocente era parte del juego. Sólo era cuestión de empezar nuevamente, bebernos unos tragos, salir a caminar como amigos, besarnos a escondidas sin que ni siquiera nuestras sombras se dieran cuenta, corear nuestras canciones favoritas a la orilla del mar y finalmente mirarnos, sentirnos cómplices de todo el acto. Eramos los grandes actores."

Algún día significaría algo, eramos conscientes de que la verdad puede ocultarse hasta que la mentira se hace madura. En medio de todo, siempre me gustó acortejar sus buenas piernas y su modo de sentarse, sus pantalones rotos y ojos café. Algún día, siempre se lo dije. Eramos como el uno más uno, como el dos más dos y el resultado de cualquier suma; siempre alineados a la corrección, sin salirnos de la normativa y esperando ser iguales a algo.
El día llegó, era su cumpleaños número diecinueve, a muchos les pareció atractivo que le envíe flores. A mí la idea me sugirió unas arcadas, sin embargo hice lo que mi instinto varonil dijo a mis oídos. Fueron flores rojas, frescas y grandes, una docena. Cada una significaba un pecado en común que podíamos considerar como inolvidable, coincidentemente a la cantidad de meses que andabamos juntos. Imaginé en ese momento que había soñado con el regalo perfecto días atrás y mi rostro de felicidad frente a ella, abrazándola y besándola suavemente, como dice la canción. Procedí a guardar mi imaginación en dónde  más lejos puedo tenerla y sin perjuicio a nadie realicé el pago de los arbustos coloridos.

Como lo había presupuestado, significó algo. Fuimos consientes de que la verdad no puede ocultarse y que sus ojos me traían locos desde el primer día que decidió mirarme por obligación de alguna amiga en común. Suena estúpido pero, muchas veces sentí ese apretón en el pecho cuando el tema de conversación me obligaba a preocuparme de las cosas, cuando había algo más aparte de lo visible, cuando lo escondido se hacía evidente sin ninguna intención.
Fue en ese momento que entendí que todo estaba mal. Ella y sus preguntas sobre el día a día, sobre nuestra situación y su interés en descubrir "la verdad" que convirtió mis noches en unas cuantas "mentiras inciertas".

Fue así. Terminaron los diecinueve y empezaron nuevos años, le conté a los demás lo sucedido, se hizo público nuestro amorío, su novio se enteró de que hicimos el amor en varias ocasiones y de inmediato decidimos suicidarnos.

No lo logré, adiós por eso.