jueves, 10 de febrero de 2011

Manifiesto Punk


Fui por unos tragos, salir con ella involucraba alcohol, excesos y mucha, pero mucha pasión. Yo era joven y aunque nadie lo creía, era muy inseguro sobre lo que realmente quería llegar con ella.
Pedí un par de tequilas a la mesa, al seco, sin limón ni sal, como cuando era un colegial. Los bebimos rápido como era de esperar, de inmediato pedimos un par adicional.
La noche era nuestra, tan corruptible como siempre, aunque en el fondo sabía que ella era parte de un mundo paralelo en dónde pasó a ser ni novia luego de varios años de desconocida. En la realidad, los romances olían a pedo y ni joder que intentaríamos algo serio. Sus cabellos castaños ondulados y el cierto tono extranjero al hablar me provocaban gracia, porque luego de la tercera ronda de tequila ya no pudo pronunciar mi nombre.
Me levanté de la mesa para pedir un encendedor prestado, alguien de la barra me dio fuego y el tabaco nocturno nos invadió, fue tonto, porque al rato empezó a decirme que esos vicios los dejó cuando era adolescente y luego de tanta insistencia, apagué el cigarrillo contra el piso.
Íbamos por la quinta ronda, sus labios eran rojos, sus uñas también, me recordó a la bella Roxanne de The Police; empecé a hablarle al oído, era imposible que me entienda con tanto ruido alrededor. Se sonrojó con mi propuesta, no era indecente, pero tampoco parte de una situación formal. Me dijo que estaba muy ebria para responderme, asumí su silencio como algo positivo y nos fuimos a bailar.
Yo era pésimos con los pies, malacostumbrado a mover solo la cabeza y los hombros en el rockandroll, me sentí muy torpe al intentar demostrarle mi estilo en la salsa. Algo debió gustarle, se rió, me miró y avergonzada nuevamente me dijo que le recordaba a su viejo. Para mí fue un insulto, estuve cerca a vomitar. Principalmente porque el tío era fanático de Lavoé y toda esa lista de presos centroamericanos, pero en fin. De seguro notó mi incomodidad y me dijo para ir por una ronda más de tequila, yo había perdido la cuenta.

La noche era larga y los minutos me intrigaban sobre como terminaría todo, era más de lo mismo pensé. Quizás tuve razón.

Esa noche descubrí que es posible solo beber y olvidar que existe la vida, prender un cigarrillo y sentir como se consume el tiempo.
Porque estoy seguro que en algún mundo paralelo no me equivoqué, ni siquiera al momento pagar la cuenta.