martes, 24 de agosto de 2010

1-2-3

Ella murió a mi lado, luego de bailar varias danzas contemporáneas moviéndose de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Le había pedido matrimonio de rodillas jurándole amor eterno con los ojos cerrados y al oído murmurando algunas mentiras e infidelidades. Era claro que la quería, tanto como a cada una de mis chicas de fin de mes y poco menos que al amor de mi vida que lejos andaba en esos momentos.
Ella murió a mi lado y me dijo que también me quería, que yo era todo para ella y al mismo tiempo no le importaba dejarme solo, porque era conciente de no ser la única en el juego.

Luego de un mes la había olvidado, como siempre sucedía solo aparecí en el entierro con los ojos lagrimosos; culpable o no, era lo que menos importaba durante esas tardes. Mi ego y consumir diferentes drogas provocaba en mí una inestabilidad poco usual, sobretodo luego de haber dormido a su lado mientras estuvo muerta.

Horas tensas, pasadizos llenos de flashes de televisión y muchos otros hombres que fueron guardianes de su nido andaban alrededor. No era precisamente inteligente seguir ahí, sin embargo guardaba como un buen personaje de ciencia ficción la compostura. Bocaditos, olor a cigarros baratos con algo de marihuana y mucha hipocrecia en cada pitada, era lo único saludable que quedó en su entierro.
Ella no se fue luego de morir a mi lado, siempre estuvo ahí respirando mi aroma celestial y un claro de Luna de Bethoven que la hizo danzar en mi pupila irritada.

Meses y más meses, siempre me pregunté qué tanto significaba para nosotros, sus amigos, los que compartimos noches de alcohol, sexo, romance y excesos. Nunca alguien respondió, todos partieron mucho antes de que termine el interrogatorio y pues, fue lentable, estaba solo con su cuerpo nuevamente. Abría los ojos y me daba cuenta las muchas horas que habían pasado, aún era yo quien estaba tirado en la cama llorando su muerte, todavía era quien pedía sea menos doloroso y culpable un suicidio.

Finalmente, ella murió a mi lado y en los periódicos salió mi foto semidesnudo mirándola tristemente, extrañado de ser yo quien ande fuera de mi cuerpo y la droga no me permita regresar; ella murió eso me queda claro, nunca supe si yo la maté o solo fui el hijo de puta que no se apareció mientras gritaba mi nombre pidiendo auxilio; es que, hay días en los que no fui yo, aún no soy yo, realmente no se quien soy.