domingo, 29 de noviembre de 2009

Entre letras y jardines

Suena a coincidencia, yo lo sé. Te miraba mientras dormías y pensaba en cerrar los ojos unas cuantas horas también.

Cerré la puerta, empezaste a cantar entonada como siempre y jugueteando conmigo me miraste mientras sacabas un cigarro de tu bolsillo. Te ayudé a encenderlo, nos volvimos a mirar, sonreí y te dije que era mejor así. No te pude olvidar, tú lo sabes; han pasado varios años y aún estás presente. Recuerdo tus risas desde el segundo piso y tus pijamas amarillas, nuestros juegos en el sofá y tu estúpido sentido del placer, mis lentes azules y tus dientes de colores.

Hoy simplemente no soy yo, me perdí buscándote en tu silencio, en las tardes de temor frente a los demás y nuestras noches en secreto. Eres la única que supo lo mucho que detesto andar de la mano con alguien, comprarnos regalos el primer mes y decir que estamos juntos intentando amarnos diariamente. Fuiste parte de locuras impredecibles, en cuartos llenos de cuadros hippies, en mi auto coreando algo de Gospel, caminando sin zapatos por la playa y con verguenza entre las piernas.

Vuelven tus llamadas, yo contesto y pregunto dónde estás, sé que aún todo es igual, sé que nunca voy a cambiar. Sé que no podré olvidarte y sé que te tengo también. Pero bueno, buscaré tus canciones en el ropero, debajo de la cama y entre mis palabras de mañana. Me he dado cuenta de que eres tú quien tiene la culpa de nuestro inconfundible adiós.

Viviría para ésto, siempre te lo repetí, nunca te importó, nunca. Sólo cojo mis maletas y sé que es momento de partir, me he puesto los audífonos en los oídos reventando en decibeles, la mochila en la espalda, lentes oscuros, manos en los bolsillos. No sonará nada más, nada más sobre ti, sobre nosotros, ya apagué el celular, no te volveré a llamar.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Peter Parker y Mary Jane

"Después de todo eran la pareja perfecta, sonaba el celular y ella detrás mirando quien llamaba, los celos presentes; amor, amor le decían mis padres."

Ella estaba comprometida, Mary Jane era una chica tierna, dulce, con inocencia en el rostro y sus alrededores. Era linda, actuaba desde muy pequeña en obras de teatro y cantaba canciones en inglés con los ojos cerrados. Sus sueños eran trozos de vida perfecta, caminaba y el viento pedía permiso para soplar; a lo lejos Peter, Peter Parker. Él se enamoró de ella desde el momento en que la vió entre cuatro paredes y pizarras viejas. El amor había iniciado. Hay momentos en que negar las cosas dejan de ser una mentira para convertirse en una verguenza. Mary Jane había planeado su matrimonio al año siguiente, quien alguna vez fue el mejor amigo de Peter, era el dueño del corazón de Mary. Los problemas no empezaron, porque jamás alguien tenía por qué pensar algo fuera de lugar. Hablaban en las noches, salían a escondidas, reían entre dientes y se miraban disimuladamente cuando andaban delante de los demás. Ambos sabían que eran los únicos dueños del circo, las jaulas estaban cerradas y no había nada de que preocuparse. Todos siempre le preguntamos a Peter Parker si realmente sucedía algo con ella, si estaba enamorado; le ofrecimos nuestra ayuda. Le recordamos en más de una oportunidad sobre el compromiso que había iniciado años atrás Mary. Él negó todo, mencionó que eran muy amigos, que sentía muchas cosas por ella y en el fondo era la mujer perfecta para él. Pero el amor no es una buena medicina contra viejas heridas. Él nos pidió que lo dejáramos en paz, su conciencia le decía que las cosas andaban mal. Recuerdo haberle mencionado a Mary varias veces lo mucho que significaba Peter para nosotros, ella también negó cualquier circunstancia. Por ningún motivo su novio podía enterarse de sus secretos. No habían regalos, no habían detalles, sólo eran besos ocultos y palabras de amor entre rejas y monitores; nadie lo sabía. Ambos soñaban con desaparecer, partir muy lejos y amarse por siempre. Él le juro amor eterno, le dijo que no debía casarse, que su relación no tenía sentido. Mary Jane lloraba constantemente, era consciente de las palabras de Peter. Él tenía razón; ella estaba comprometida, pero no enamorada. Sólo no quería fallarle a su novio pues su vida entera sacrificó por andar juntos. En las noches Mary y Peter se despedían con un "adiós", se miraban dos segundos y cada uno tomaba su rumbo. No eran amantes nocturnos, tampoco matutinos. Las horas en el amor no existen, son parte de costumbres demagogas. Pasaron los días, las semanas.. Peter no aguantaba más, debía decidir entre el escándalo o alejarse por completo. Mary lloraba más que nunca, le pedía que no haga nada, que iba a casarse y nadie tenía por qué ir contra sus planes. Tratamos de convencer a Peter de que la olvide, le contamos el cuento del "clavo que saca a otro clavo" y muchos teoremas de la vida. Un día, él le dijo "te amo". Ella se quedó callada, sentía lo mismo, pero el miedo pudo más. Su silencio acabó con la paciencia de Peter, repitió y espero que ella cambiara de opinión. Ninguna palabra salió de su boca, Mary sólo se limitó a mirar el suelo fijamente, sin ni siquiera pestañear. Era tarde, la vida es una y las oportunidades se presentan  solo una vez. Peter se fue dejándola confundida, reconocía su error, nunca es bueno entrometerse en una relación, enamorar a alguien comprometido. Pero, hubieron momentos felices que nunca serían olvidados.

Pasaron los meses, ella no se casó. Aún andaba enamorada de Peter, confirmó que su vida era un desastre desde que él se alejó y la melancolía era su refugio todas las madrugadas. Al poco tiempo se encontraron, él estaba casado. Fueron a un café y se contaron historias, se leyeron cuentos, fábulas y refranes. Hicieron el amor y se mintieron llenos de sudor, se amaron eternamente y decidieron no verse nunca más.

Y así fue, Peter y Mary; mis grandes amigos... la vida pudo más que ellos, su miedo por perder, sus ganas por amarse; pero nunca nadie supo su secreto, una aventura inolvidable que acabó.. o quizás aún no... sólo ellos lo saben.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Las Tres

Tú eras una de las 3. Era febrero, siempre fui muy indeciso. La primera estudiaba conmigo, alguna vez tuvimos una relación, nada seria. Todo surgió una noche que entre juegos de adolescentes decidimos probar algo más que una amistad de mentiras y verdades. No resultó, al poco tiempo tuvimos que separarnos. La segunda era corista de mi banda. 15 de febrero, hacía mucho calor; ella andaba con un polo pequeño que resaltaba sus bellos senos. Intenté besarle un par de veces, pero sólo conseguí tacharla de la lista al darme cuenta que me veía como "el guitarrista de la banda" a quien amaba en secreto y nada más. Sus cabellos castaños me hicieron perder la conciencia muchos fines de semana. Todos morían por ella, qué novedad dentro de mi lista. La primera y la segunda no se conocían, pertenecían a dos mundos paralelos en los que solía existir de madrugada. Cuando llegó la tercera, las cosas cambiaron. Me enamoré sin tomar en cuenta la circunstancia. Todo empezó desde los cortos versos que compartíamos por mensajes de texto. Tiempos aquellos, en los que la vida te habla al oído diciéndote qué hacer y el miedo frente a ti, confunde tus sentidos; finalmente sólo me di cuenta lo equivocado que estuve tanto tiempo de la vida.
La tercera no era poeta, era pintora. Tenía un tatuaje en el muslo que alguna vez me lo mostró, se vestía lo suficientemente ridículo para enamorar a mi estúpido corazón. Ambos eramos conscientes de lo que sucedía entre nosotros. Hablábamos muy poco, yo jamás insistí; lamento haber olvidado sus besos, lamento haber dejado de lado sus trazos. La primera, perdida en el tiempo y noches de diversión fue desplazada. La segunda era aún una niña, consiguió que por su inocencia me apiade de ella y sus cuadernos de futura universitaria. La tercera, un amor rezagado entre cartas nunca entregadas, escondidas en billeteras viejas y escritas en hojas de cuaderno borrador.

Pasaron los meses, la historia era distinta. Había olvidado lo sucedido con cada una de ellas, quedaron en lista de espera por más de una semana. Cuando encontraron la respuesta era muy tarde, yo había partido. Había decidido olvidar. Olvidar.. para siempre.


sábado, 7 de noviembre de 2009

Cuaderno morado (III)

Ella es vida,
la vida es todo.
Sin ella no hay nada, ni vida, ni todo.

Ella es sangre,
la sangre es amor.
Sin ella no hay nada, ni sangre, ni amor.

Ya no pregunta por mí, ya no pregunto por ella;
pude robar una sonrisa aquel día,
pero todo tiene que acabar.
Se fue ella, quedé yo.
El todo desapareció y la vida ahora es sangre,
sin ella no hay amor; es mejor estar despierto.

Lima, 15 de Marzo, 2004

Cuaderno Brit (II)

Colorcitos apretados, triángulos incandecentes
con flores amarillas en los vértices;
tengo miedo de contigo no ser sólo una recta,
tontos dos puntos, nunca terminen.

Para qué entender sus palabras,
ni las mías tienen sentido leido de reversa,
para ti el tiempo no termina sino empieza,
para mí es tu fin y su comienzo señorita.

Colorcitos tan rojizos por los lados
y le ruego a la señora de la casa
que no encierre a la niña para verla,
y los locos tan hambrientos como siempre,
y figuras que flotando nunca están.

Paralelas colorcito, paralelas;
y una vida que al vivirla
se me va.

Lima 22 de Julio, 2005

viernes, 6 de noviembre de 2009

El vestido rojo

"Decidimos quedarnos en casa, le había prometido olvidar lo sucedido. Su rostro desencajado me causaba molestia, no intentaría besarla, finalmente fui yo quien tuvo la culpa."

La noche anterior había salido a beber unos tragos con unos amigos. Habían vuelto de París, les iba bien en la maestría, seguían siendo unos malditos drogadictos, un poco más elegantes y a la moda solamente. En el tercer vaso de whisky perdí la cuenta de todo lo que bebí. Toda la noche estuve cruzando miradas con una chica que también andaba ebria con su grupo de amigas. No recuerdo como estaba vestida con exactitud, pero imposible de olvidar que llevaba un "vestido rojo". Lo tengo presente porque minutos después fue fácil quitarselo, nos encerramos en el baño y torpemente terminamos probando un poco de placer. Entre risas, ella desnuda salió del lugar. Sin importarme nada fui recogido por mis amigos. Me llevaron al auto y refrescaron mi memoria diciendo el nombre de mi novia. Caí en lagrimas, pues nunca la había engañado. Salí del auto y del suelo recogí a la desnuda, la ayudé con su vestido y le presté mi casaca. Uno de mis amigos me golpeaba la cara preguntándome si aún estaba conciente. Yo decía que siempre soy así, hablo entre lenguas y nadie me entiende. Todos rieron, inclusive la chica del "vestido rojo" que avergonzada me miraba. A los pocos minutos cerré los ojos.

Cuando los abrí nuevamente, mi novia andaba frente a mí. Sin decir algo, pero lleno de miedo me levanté de la cama. No imaginaba como es que llegué a ese lugar. En el piso vi tirado el "vestido rojo" que llevaba puesto la chica de la noche anterior, como quien tiene la culpa lo levanté e intenté esconderlo.Mi novia despertó por el ruido, me miró sonriendo; dijo un TE AMO y me sentí más tranquilo. Aún confundido, le pregunté cómo había dormido, si de casualidad yo la había incomodado en la madrugada. Se río y dijo que no, me contó que cuando llegó por la madrugada yo andaba dormido y ella estaba tan borracha que sólo alcanzó a quitarse el "vestido rojo" y echarse a mi lado a dormir. Desencajado, sonreí amablemente. Nunca supe la verdad, qué sucedió realmente, no sé lo iba a preguntar. Estoy seguro que no era ella, o quizás, él no era yo.