jueves, 15 de julio de 2010

Combo final

Parecía un día claro, tiempo atrás creí que cuando llueve de temprano las noches son más cálidas; no era una de esas mañanas precisamente. Mis libros en la mano, ella con su cartera roja y el sombrero que le regalé cuando éramos adolescentes, mis uñas pintadas de negro y algo de amor entre nuestras manos. Aquel día parecía uno de esos en los que importa solo vivirlo y no pensar cuando acabará, porque ambos sabíamos que un fin iba a tener.
Entramos a clases, ella en la primera carpeta frente al pizarrón, yo al final donde no era vergonzoso comerme las uñas para emparejar el esmalte. Ambos siempre cuestionamos nuestra indecisión frente a los demás, nuestro decir "no" cuando era "sí", cuando incluso habían alternativas.
Como de costumbre intervenía poco con mi aire de sabelotodo y ella por lo contrario demostraba que poco sabía o mucho quería aprender. La noche anterior no pude dormir por pensar en su billetera de colores y nuestras fotos desnudos que escondía.
No es que tratara de aburrirla, pero le enviaba notas con el viento; a escondidas murmuraba con el aire nuestro secreto y decía en voz alta la sorda verdad que no quisimos entender. Era claro, ni yo ni ella; estaba escrito en cada canción de reggae que escribí en su nombre. 
Sonaba el timbre de salida y con libros en mano escapé corriendo, dos esquinas adelante nos encontramos para darnos el beso de buenas tardes y esperar que la ausente lluvia decida aparecer durante la noche, es que nos encantaba fumar mientras mojábamos nuestra cabeza con la lluvia, resultaba tan placentero como tener un orgasmo con los pies helados de temor a ser descubierto.
Ya lejos, su voz en mis oídos me pedía que guardara mis palabras tiernas para épocas oscuras; no estaba mal después de todo, tenía razón al pedirme que evite mis cursilerías cuando de sexo en el parque se trataba. Varias horas sobre el jardín de su casa, desnudos bajo la luna y las estrellas, mirándonos aun con deseo y algo de sentimiento, era peligroso, era un pecado, pero sonaba bien. Como una canción cuando suele ser la número 1 luego de pedir permiso entre las favoritas, no tiene sentido, pero sucede.
El día se acababa y lo mejor empezaba, era costumbre guardar todo lo sucedido escrito en papeles bajo el jardín y esperar que la naturaleza tenga como frutos nuestras vivencias casi virginales.
Su risa y sus ojos, aún guardo sus fotos en lugares que no recuerdo, pero ahí están. En recovecos, como ella; en espacios llenos por el tiempo y nuestra pasión juvenil. Su falda de colegiala, sus medias altas, sus muecas tontas y el tatuaje de su pierna.
Lo mejor empezaba, no llovió pero, era una madrugada cálida, digna de no ser olvidada, de haberla esperado.
Bailó sobre la plaza saltando de un lado para otro, cantando canciones de Bjork con jergas chilenas al estilo de Tronic. Me pidió que la abrazará para no sentir el viento, para alejarnos del resto, aunque siempre fuimos los dos; era cierto, dejé de existir para creer en nada, para sentir que no era necesario y que precisamente lo que intentaba ser era parte de mi error.
Su canción acabó haciéndome dormir, cerré los ojos y pensé en decir adiós para siempre, en precisar mi equivocación y elegir a nadie sobre ella. Cuando los abrí era tarde, nunca fue más que un simple retrato entre libros de colegio, entre cuentos, entre poemas y premios de poeta; nunca fue más que eso, que yo y unas cuantas verdades que ahora no puedo recordar, pero que nunca olvidaré.