jueves, 25 de noviembre de 2010

Nuevamente

"Pude detestarme por mis pensamientos impuros con ella."


Era muy guapa, aunque nadie comentara algo sobre ella. Sus abrigos largos, pantalones sueltos y tacos bajos que la hacían verse inclusive más alta que yo, eran parte de su atractivo artificial. Creo que siempre fui el único que quedó boquiabierto con su cabello suelto negro como la noche, sus ojos grandes y sonrisa avergonzada; con su forma tímida de mirarme mientras antes mi pupila conqueteaba con malas intenciones. Era simple, era esa apariencia de chica desenfadada y su caminar siempre apurado lo que atrajo inicialmente a mis ojos, poniendolos sobre ella cada vez que andaba frente a mí.
Su cintura escondida entre la ropa suelta y su piel blanca como la leche en polvo disuelta en agua hirviendo, me hacían pensar que mis gustos eran los mismos de mi adolescencia, que no cambiaron a pesar de que mi vida dio vueltas y vueltas en el mismo sitio, como pájaro carroñero en espera de su presa.
Era tan extraña, callada y silenciosa mientras escribía. Siempre atenta y con mirada de responsable. No se que tan equivocado estuve después de todo, pero creo que su nombre oculto encajaba perfectamente con el mío en cualquier hoja de papel y finalmente, no hubiese tenido sentido negarlo.

Conforme pasó el tiempo mis amigos conocieron la noticia, de manera burlona y con varias carcajadas entendieron que la chica extraña que se asomaba sin ninguna intención, solo había logrado hasta aquel momento que me enamore de ella secretamente. Fue estúpido, pronto entendí que mis pensamientos juiciosos y bastante ortodoxos acabarían por llevarme a una confusión; gran parte de la culpa la tuve yo, pues ella nisiquiera notaba mi existencia. Poco a poco se hizo mas evidente mi intención por conocerla y abrir ese cascarón que hasta ese momento me había conquistado. Fue difícil dirigirle la palabra, hasta aquel momento esa idea era un dogma antidemocrático que había tontamente asumido, suelo ser muy tímido y callado la primera vez, hasta el punto de sonar tembloroso. Le hablé y ella mirándome incrédulamente, como si supiera que era un reto para mí, sonrió de manera deliciosa, y lo digo con ese énfasis porque estoy seguro que lo saboreé. Por supuesto que todos lo notaron y de inmediato enmudecidos nos miraron asombrados, imaginando que un romance se cocinaba de cerca y mi futuro con "la niña de papel" dependía únicamente de mí. Sin embargo, no era del todo cierto. Como dije antes, seguía siendo el mismo, mi silencio frente a ella era parte del día a día, nunca fui capaz de ni siquiera ser el primero en sustituir mis miradas con un par de palabras. En fin, eso que aparentemente se cocinaba, no fue más que un apetito por lo imposible. Ella no intentaría más cosas conmigo, increíblemente no podía ser un sinvergüenza que poco le importaba echarme unos polvos debajo de su escritorio, porque simplemente no la hubiera podido ni tocar, ni mirar a los ojos, ni hablar.

Pasó el tiempo y ella no se acercaba. Motivos existían para que lo haga, pero creo que me había convertido en un sicopata que todo el día andaba pendiente de sus movimientos. Noté su alejamiento porque mis días empezaron a ser sombríos nuevamente, sin risas, ni motivos, ni situaciones alarmantes que me hagan olvidar quién era en realidad.
Los pocos segundos que cruzaba miradas con ella solo fueron para entender que mi fantasía agonizaba con el pasar de las horas y solo me quedaba aceptar que mis deseos nunca significaron algo para ella, o quizás sí. Nunca lo supe y nunca lo hubiera sabido, porque cuando sucede algo así simplemente dejo de ser yo, para probar como vivir en realidad. Quizás ella hizo lo mismo...