domingo, 12 de febrero de 2012

Ayer

A ciegas pude encontrarla, era un pasadizo oscuro. Sus ojos grandes como faroles estaban a lo lejos, tuve que arrastrarme siguiendo sus huellas en la arena, su olor y el resplandor que provocaban sus sensuales caderas en la luna. Sólo me acercaba, sin ninguna intención, quizás queriendo abrazarla, quizás sólo seguirla, tomarle de la mano y contarle mis historias; quizás mentirnos, querernos, odiarnos, olvidarnos y estar juntos por siempre. Sus largos cabellos tocaban mi mejilla por culpa del viento, venían y se iban, como una canción que aparece en el momento inadecuado y te hace creer un dios que todo y nada puede hacer; sus cabellos y su vida, que la quería cerca de la mía, creo que para cuidarla, creo que para tenerla conmigo y no dejarla ir. Ella no creía en mí, caminaba sin voltear, ignoraba mis silbidos, eran parte del silencio de la noche y sus pasos eran rápidos como los que da mi corazón, siempre agitado, incluso más por tenerla cerca y lejos, mía y de nadie, bella y más bella. Grité su nombre sin saber cual era, traté de adivinar, ella volteó y sonriendo escribió en mis días un nuevo capítulo, un poco más de sol para las mañanas frías, quien sabe si también un tatuaje de su bella sonrisa en mi hombro y sus letras pintadas como poesía en mi pared. Volteó y me acerqué, creyendo que no era cierto, que sus ojos ilumimaban otro sendero, confiado en que no estaba perdido le abracé y repetí su nombre, esta vez despacio, lento y suave, como cuando el mar llega a la orilla cubriéndonos los píes. Caímos en la arena, dimos vueltas uno sobre otro, abrazados y riendo, nos besamos y aunque la noche quería acabar no lo permitimos, nos aferramos a la oscuridad, nos besamos y mientras tanto los relojes tomaron una siesta, cuando dejamos de hacerlo había mucha luz, creí que había amanecido, con los ojos abiertos entendí que todo siempre fue claro, que había luz alrededor, que nuestros pecados habían apagado el sol, la luna y nuestra verdad. Sus besos fueron claros, suaves y lentos, como una canción que gusta con sólo escucharla, como una pintura grabada en mi conciencia, como un recuerdo que reaparece y no duele. 

Todo acabó antes de que llegue la noche, cada uno tomó un camino distinto, prometimos regresar cuando alguien presione nuevamente el interruptor de la luz, cuando alguien encienda la radio en la estación equivocada, cuando nos extrañemos, cuando quiera sus labios, cuando desee saludarla nuevamente y cuando la luna caiga perfecta para reflejar en ella sus sensuales caderas. 

Mientras tanto la tengo grabada en mi retina.