jueves, 15 de octubre de 2009

No fui yo

Ella me hablaba de morir juntos, yo reía, le decía que andaba loca. Realmente lo estaba. Un par de veces intentó suicidarse frente al espejo mientras haciamos el amor. Gritó mi nombre, golpeó nuestro reflejo y sangrando me dijo "Adiós". Solían suceder cosas extrañas cuanda andabamos drogados, no la culpo; yo era aún peor. Cuando la pasión se apoderaba de nosotros no dejaba de besarla hasta ver gotear sangre de sus labios. Jalaba sus cabellos cual jinete y sonreía de placer. Ella me decía que era mejor andar fuera de nosotros, olvidabamos rápido, no era necesario estar enamorados y sólo pensabamos en respirar para no morir. Sus ideas poco a poco se fueron apoderando de mí, debo confesar que también intenté suicidarme varias veces. Obviamente ella no se enteró, si lo llegaba a saber, sus lagrimas hubieran bañado mis ideas perversas. Intenté colgarme del cuello y flotar junto a mis neuronas, dejar de respirar bajo el agua hasta sentir la catarsis en mis venas y tirarme de varios puentes enterrando el miedo debajo de mi piel. Ella se insinuaba descaradamente. Eramos amantes ocultos, nadie debía saberlo y eso lo hacía mucho más interesante. Mis sueños no eran los suyos, pero a nadie le interesaba. Viviamos para contarlo y olvidarlo después. Porque no significaba nada lo que quedaba dentro de nosotros, sino lo que provocaban los instantes, los momentos. Segundos, minutos, horas; nunca fueron días.
Una noche dormimos juntos, era muy tarde. Yo no quería hacerlo, ella era muy demente como para sentirme tranquilo cerrando los ojos a su lado. Y así fue, no sucedió nada luego de abrirlos, ni antes.

Ella me hablaba de morir juntos, escuchando un blues a media noche, fumando cigarros caseros y bebiendo algún ron barato. Le gustaba el escándalo y las letras de los Doors. Yo en cambio, lleno de miedos y penas, incapaz de cortarme un trozo de piel y menos soportar el dolor. Un día, uno de los últimos, me pidió que la besara. Lo hice, cerré lo ojos y escuchando sus suaves frases entendí que no era del todo mala. Me confesó que se estaba enamorando de mi pasividad y mi egocentrismo oculto. Yo no le creí y sólo atiné a sonreir. Luego de eso se dio media vuelta y llorando me pidió que me alejara. No entendí lo que sucedió, pensé que era una de sus tan oportunas "pataletas"; pero me había equivocado.
Me fui, para siempre, lo estaba asumiendo. A lo lejos veía su figura, el viento la despeinaba. Su par de tatuajes en el cuello me decía "adiós" y yo seguía asombrado.

Pasaron lo meses y la volví a ver, no era la misma. No me habló sobre morir juntos, ni sobre suicidios, ni penas. No aceptó ir a beber unos tragos, ni drogarnos un poco, ni que haga preguntas. No lo soporté, cerré lo ojos y la maté.