viernes, 10 de abril de 2009

Semana Santa

Como de costumbre se iniciaba un domingo, me enviaba un mensaje de texto al celular avisándome que esperaría en la esquina de mi casa; minutos más tarde yo salía con cualquier excusa y nos ibamos lejos, muy lejos... En el camino los infaltables caramelos de limón para evitar el mareo, tres soles para comprar una cajetilla de Lucky Light y dos lucas para una Coca Cola de medio litro bien helada. Muchos carros en la calle, comercio por todo lado, realmente parecía una fiesta patronal. Muy importante llevar siempre un pañuelo grande en el bolsillo, como invitados bailaríamos marinera. Me tocó como pareja una señorita bastante guapa y sonriente, no tenía más años que yo, de eso estaba seguro. Risas, saltos y coqueteadas; Melissa, se llamaba. Me contó que la concha de perla era su canción preferida, que no la dejaban ir a fiestas y que su padrastro engañaba a su madre y la tenía amenazada si lo contaba. Terminamos de bailar y el infaltable mensaje de texto nuevamente me avisaba que debíamos retirarnos. Le pedí su número y le aseguré que regresaría por ella, caso típico en la vida; uno promete porque simplemente la palabra es palabra y la carne es pecado. Porque no hay sentimiento y menos compromiso... porque así somos los humanos.
Era hora de abrir la cajetilla de cigarros, uno para ti y uno para mi. "Dame dos te he dicho, recuerda que yo puse dos lucas y que te pague el pasaje más temprano". Fumaba y pensaba qué sería de mí conforme pase el tiempo, cómo terminaría mi vida, hasta dónde llegaría.. tenía miedo, era algo que me caracterizaba. Pensé por un momento en largarme de ahí por temor al qué dirán, siempre era lo mismo... mentiras, mentiras y más mentiras. Me tocó el hombro, volteé y era ella. "Hola, y que te parece, bailo bien?". Sonrío y automáticamente me enamoré; con un "Sí, llevas bien el ritmo, mañana te enseñaré unos nuevos pasos" me dejo sin nada por decir. Balbuceando quien sabe qué imaginaba las palabras de mi madre diciéndome "Hijo, cuidate y comportate".. Rapidamente me despedí de lo que podría llamar mi domingo de ramos.. mi abanderado recibimiento.. el adiós a todos mis miedos y el placer de la confianza.
Por tercera vez en el mismo día un mensaje de texto del mismo destinatario me decía que era hora de despedirse y sin decir a dónde, era la hora de partir.. los momentos que más duelen.

Pasaron varios días para volver a escuchar su voz. La llamé a su celular, ya no aguantaba literalmente.. pensaba.."Mi calvario está cerca acaso?" El cielo estaba oscuro, y cenando un jueves santo la llamé para saber de ella. Mis promesas por volver y rescatarla de su aún no probado infierno eran calcinadas por el fuego de mis engaños. Me contestó y adivinando que era yo me pidió que regresara.. Recordé nuestros pasos de marinera y el pañuelo con el que ambos jugamos al bailar, los minutos que fueron años en mi imaginación y el no querer decirle "Adios, no iré otra vez".. Estupidamente le dije que sí, que viajaría de la forma que sea y que mis ganas por estar a su lado y partir hacia un mundo desconocido en dónde se encontraría nuestra felicidad incrementaban con cada latido de mi corazón. Fui traicionado por el beso de mi mentira y negado tres veces por mi propia indiferencia. Llegué y ella me esperaba, me miraba con cautela haciéndome señas con las cejas, tratandome de decir algo en un idioma conocido unicamente por los lugareños. Era inútil, me esperaban todos.. y esta vez ni un sólo mensaje de texto me acompaña para librarme de lo desconocido. Desperté asustado un viernes santo.. eran las tres de la tarde, hora de rezar el famosísimo rosario de la misericordia. Ella me dijo entre mis sueños que andaba con vida, que estaría bien, que nada nunca es suficiente.. y que cuando es suficiente se convierte en todo.. que le escriba poesías al acostarme, que deje de dormir con la cabeza mojada, que me peine después de bañarme, que me afeite más seguido.. me dijo que pronto resucitaré.. que será un nuevo día para mí.. yo andaba con los ojos abiertos, recordaba cada palabra, cada frase, cada sinismo y cada verdad. A veces somos así, nos escuchamos a nosotros mismos y no diferenciamos lo que viene de los demás; sé que siempre he sido así. Nunca sabré conquistarte, nunca he podido engañarme.. ahora no puedo encontrarte.. ni siquiera sé si fue real.