sábado, 26 de diciembre de 2009

42

No debía decir su nombre, me lo habían prohibido mis amigos. Ellos sabían mis historias aunque no con detalles y misterios, alguna vez guardé relatos entre mentiras para no sentirme tan estúpido. Estuvimos fuera de la historia real por mucho tiempo, nadie se dio cuenta hasta que supimos que era obvio para el mundo. Bebimos un poco y decidimos no hablar hasta el día siguiente. Nunca más dijo palabras en italiano, ya no tenía importancia, era ella en su mundo de canciones sordas y yo en mis letras de cabeza sin sentido. Un adiós que no se oyó y al día siguiente hice el amor con su peor enemiga. Nunca lo sabrá, o quizás se lo diga entre dientes; eso recomiendan los malditos.