lunes, 26 de abril de 2010

Siempre es lo mismo

Solíamos escondernos en baños ajenos, sonaban historias en nuestros oídos, el sudor era el perfecto cómplice, debía desaparecer antes de que alguien note la euforia desbordante. Visitamos camas con alcohol en las neuronas y dulcemente la hice mía besándola con malicia, mi silencio era parte del pasado, era parte de cada noche sin decirnos unas cuantas verdades a los ojos. Recuerdo aquel beso en los pasillos de la biblioteca, su mirada pendiente del resto, minutos que parecieron eternos y unos labios imposibles olvidar. Insinuamos que nunca sucedió algo, aunque por dentro continuábamos desnudos en algún hotel; nadie jamás imaginó sobre nuestro romance, salidas a escondidas, encuentros en esquinas, visitas sin razón y algunas otras cosas que no debo contar. Durmió en mi cama un par de veces y su olor se quedó grabado en mi conciencia de noches de insomnio y dolores de cabeza. Era imposible encajar nuestras vidas, pero gustosamente más de una vez lo intentamos, con el tenor de siempre que decía "es tan interesante" y sus ojos que me derretían incluso cuando estabamos delante de todos.

Sonará extraño, pero fueron varios años en los que estuvimos prófugos del placer y aunque no lo noté desde el principio, verdaderamente fue increíble que sucediera. Desde un beso con el humo del cigarro, hasta provocarnos en los cuartos de mi casa cuando los huespedes sobraban y era impropio intentar siquiera algo, no lo hicimos precisamente ahí.
El tiempo pasó y ambos dejamos de ser temas de conversación, viejos amores reaparecieron y fueron más duraderos; sin olvidarnos, varios besos repartimos en silencio; en el auto, en escaleras, en bares y paraderos; sin compromiso y con temor en las venas, nadie debía saberlo, infidelidad la que practican los adultos. Hasta ese momento mis intenciones eran las mismas, no podía negar que me gustaba, pero no podía aceptar que me cagaba por largarme con ella dejando aquél presente. Era difícil, no iba a casarme, pero enamorado estaba (o eso creía); darse media vuelta y escapar sonaba a cobardes y no era lo correcto.
Nos alejamos sin enterrar lo sucedido, porque tenía un precio interno, porque sonaba a cierto y aunque sí la quise, nada es eterno.
Recuerdo madrugadas con alcohol, con premisas inciertas sobre mi pasado y compañías adversas a nuestro presente, se hacía más imposible intentar algo, sonaba a traición que finalmente una vez más nos llegó al carajo. Hicimos el amor varias veces; debo confesar que fue sensacional verla desnuda; empezaba a notar que nuestras historias nuevamente caminaban juntas, aunque pareciera no ser cierto, aunque era inadecuado, aunque ninguno de los dos lo quizo, o quizás sí; nunca lo supe, nunca arriesgué, nunca dije algo más, no pude, simplemente no pude.

Hoy no sé si existe, quizás algún día... siempre es lo mismo.