viernes, 4 de septiembre de 2009

Una, es ninguna

Siempre te demorabas en cambiarte. Sabías que debíamos llegar temprano porque tus padres detestan la impuntualidad, porque el tráfico en Lima es insostenible y porque era costumbre olvidar algo por salir apurados de la casa. Pero, no te importó. Demoraste, tuve que prender la radio para no aburrirme.
Siento que contigo las cosas han sido complicadas, me miras de reojo teniendo miedo de acercarte.
Pero, no iba a decir tu nombre otra vez. Seguías frente al espejo secándote las trenzas, pintandote las cejas, acomodándote el sostén. Me aburría tu paciencia, tu poca motivación y que hablaras como tonta. Nuevamente no diría nada, esperaba que los minutos pasen y sea suficiente tarde para que me digas "mejor hacemos el amor y ya no vamos a ningún sitio, ven, quítate la ropa.."
Nunca tuvo sentido, al menos de eso estoy seguro. Me di cuenta que andar haciéndote la guardia era mi peor error, abrí la puerta, prendí el auto y eché marcha. La llamé, le dije que debíamos vernos, que mi esposa era insoportable y que no debí casarme jamás. Hay errores que se pagan, y se pagan mal. Me dijo que vaya, que toque tres veces la puerta. En el camino iba pensando sobre la familia, tu familia; los amigos, mis amigos. Mis sueños contigo y otros en los que tú no estabas. En los días de playa, de sol, de frío. Días de helados con lluvia, días de amor y tristeza, días en los que lloramos habiendo ganado y reímos con la cólera encima. Días que empezaron de noche y terminaron de noche. Pensé en lo que sería tu vida, en lo que ya se había convertido. En tus sueños, en nuestras amanecidas adolescentes y en las palabras que nunca olvidaré. Recordé la canción que no lleva tu nombre, pero que fue para ti. Soy un estúpido, mil veces me lo dije; estacioné el carro al lado del suyo, apagué la radio, fui rápido hacia la puerta de su casa y toqué tres veces. Era el fin. Alguna vez me dijeron: "Una, es ninguna".